El cuidado y tratamiento de la imagen personal es un ámbito en constante crecimiento. Si quieres convertirte en maquillador profesional necesitarás una formación adecuada y especializada en un sector de enorme competitividad.
Si no conoces la historia del maquillaje como tendencia social y estética, en el siguiente artículo podrás ver los orígenes y evolución de esta tendencia artística y social, convertida, sin duda, en una profesión de futuro.
Nosotros te asesoraremos. Acompáñanos y podrás ver aquí los detalles que han marcado a lo largo de la historia la profesión de tus sueños.
“Amo la confianza que el maquillaje me da”. Tyra Banks
La historia del maquillaje ha ido evolucionando a lo largo del tiempo. El hombre de la prehistoria ya decoraba sus cuerpos, aunque se ignora con qué finalidad: si lo usaban para realzar la belleza, para celebrar un acto fúnebre o para iniciar un ritual. Según se deduce de la interpretación de las pinturas rupestres, las mujeres del paleolítico ya coloreaban de marrón rojizo las diferentes partes del cuerpo.
Si hiciésemos un recorrido histórico, comprobaríamos las diferentes funciones que adquiría el maquillaje en cada época teniendo en cuenta la gran influencia que ejercían en él los aspectos sociales, económicos o espirituales.
Muchos historiadores mantienen que Egipto fue la cuna del maquillaje. Los colores para los ojos eran tonos vivos que obtenían a base de mezclar tierra, cenizas y tinta. También frotaban su piel con arena del desierto. De alguna manera practicaban así técnicas como la dermoabrasión.
Cleopatra, por ejemplo, se bañaba en leche de burra con miel para cuidar su piel. Recientemente se han descubierto en las tumbas de los faraones restos del maquillaje que utilizaban para el rostro y los estudios revelan que esos productos cosméticos no son tan diferentes de los de hoy en día. A las egipcias se les atribuye, además, la moda de pintarse los labios con un tinte hecho de ocre rojo y óxido de hierro natural que extendían con un cepillo o un trozo de madera.
Por ejemplo, en el conocido busto de la reina Nefertiti se puede apreciar que el diseño del maquillaje que luce su rostro, algo suavizado en sus líneas y tonos, resulta muy contemporáneo y actual.
En Grecia, el culto al cuerpo se dispara, aunque la estética del maquillaje era moderada. Aparecerá la figura de los kosmetés (de ahí la palabra cosmética) –que significa el que pone en orden, que adorna. Este término se refiere a las personas, habitualmente esclavos, encargados de lavar, perfumar y adornar a los visitantes de los gimnasios. Esta es, posiblemente, una de las primeras referencias a la dedicación profesional relacionada con el cuidado de la estética.
Ya en Roma, el peinado y el maquillaje se cuidaban al máximo, especialmente en actos sociales. Los cuidados en la piel estaban cuidadosamente estudiados para resplandecer durante los actos en sociedad.
El canon romano de belleza retrata a una mujer con la piel muy blanca y de mejillas sonrojadas. Como en muchos otros lugares, una piel blanca era sinónimo de nobleza debido a que las distinguía a aquellas mujeres que trabajaban en el campo o al aire libre.
La estética de la mujer en la Edad Media cambió notablemente con respecto a épocas anteriores. El maquillaje quedó en un segundo plano porque no obedecía al ideal de belleza de esta época. El cuidado personal pasaba a ser considerado indigno y ofensivo y estaba mal considerado y se reducía a tratar el cabello
Por el contrario, a la llegada del Renacimiento, la percepción social de la belleza cambió radicalmente. Con la perspectiva humanista, el maquillaje se convertirá en un elemento clave de la época. Las mujeres nobles tenían como ideal un cuerpo con formas curvadas, y un cabello rubio que era indicativo de prestigio.
Ese cuidado de la piel lleva a que se extiende la costumbre de depilarse las cejas y el rostro para darle una mayor dimensión. No obstante, que los productos de cosmética, perfumes y maquillajes se usaban también para esconder malos olores y suciedad.
El canon de belleza asentado entre los siglos XVII y XVIII obedece a una obsesión por el maquillaje que era utilizado indistintamente por mujeres y hombres.
La corte impone nuevas tendencias marcadas por la extravagancia y exageración. Sin duda, Francia se convirtió en el centro de la moda y un referente en el maquillaje. En esta época había una obsesión por los rostros pálidos, espolvoreados con polvos de talco o polvos de harina de arroz por el cuello y el escote y alguna mancha como por ejemplo lunares pintados artificialmente.
Paralelamente, en Japón, las geishas hicieron del maquillaje un arma de seducción. Se pintaban los labios con lápices hechos de pétalos de cártamo aplastados. Se cubrían de blanco zonas como la cara, las manos, el pecho y el cuello, dejando por la zona de éste una zona sin cubrir formando una ‘W’ para insinuar esa zona.
En América, las diferentes etnias indígenas también ornamentaban su piel. Usaban tintes vegetales para decorar la cara y el cuerpo y distintos tipos de maquillaje, según las ocasiones: pinturas de guerras entre tribus, los matrimonios, la caza o las celebraciones.
Durante finales del siglo XVIII y comienzos el XIX la revolución industrial hace que se masifiquen los productos de belleza y se comercializan por todos lados, se vuelven más fáciles de comprar.
Fue precisamente en el siglo XIX cuando la palabra maquillaje, originaria de una jerga teatral francesa para la caracterización de los actores, comienza a generalizarse.
A comienzos del siglo XX, los cosméticos y el maquillaje se perfeccionan y se desarrolla una auténtica revolución de esta tendencia estética. La aparición del cine como ya hemos dicho es determinante y produce un cambio de mentalidad y de hábitos que provoca nueva demanda en la mujer de estos inicios de siglo.
Fue Max Factor quien en 1920 creó los lápices de labios y los perfiladores de cejas. Figuras como Helena Rubinstein, Elizabeth Arden, Estée Lauren o Revlon se consagraron en esta época como precursores del maquillaje moderno y son los principales testigos de esta nueva tendencia estética. Son años de revolución. Se mantuvo el tono blanquecino en los rostros pero al mismo tiempo se introdujo la raya negra difuminada, sombras de ojos de colores rojos o morados y coloretes aplicados de forma redondeada sobre los pómulos.
En las décadas siguientes, Hollywood seguirá siendo el referente. Tras la II Guerra Mundial el maquillaje se vuelve más refinado y suave, se usan bases de maquillaje parecidas al tono de piel.
Pero los movimientos sociales dejarían su impronta. Con la época hippie de los años 60 se pasa del rojo intenso en el maquillaje en los labios de los años 50 al rosa palo. Además, se usan sombras azules, rosas o tonos blanquecinos en los ojos.
El movimiento punk traerá en los 70 colores ácidos, la raya del ojo muy marcada, líneas que sobresalen del párpado y máscara de pestañas muy abundante. En los 80 predominan sombras y colores fuertes, delineador muy marcado y cejas anchas y definidas.
Durante todo el siglo XX, el empleo casi universal de los cosméticos ha crecido paralelamente al estudio científico de los ingredientes utilizados. Ello ha desembocado en la profesionalización y la demanda creciente de maquilladores.
Los cuidados de la imagen personal ya son algo más que una costumbre o una tendencia. El consumo de los españoles en productos de cosmética y belleza supera los 8.000 millones de euros anuales. Estamos ante un sector laboral de enorme futuro y que requiere una especialización cada vez mayor ante un mercado muy competitivo.
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